Las montañas de México encierran misterios, tradiciones e historias. Hace algunos días experimentaron hechos que serán también inscritos en la memoria de sus habitantes. Por otro lado estos hechos alcanzaron a la capital del país con la misma o mayor intensidad.Se ha armado un lío en la ciudad con el sismo y sus réplicas. Hoy nos quedan, pérdida de vidas, casas y edificios derruidos. La esperanza y solidaridad como pueblo a costa del caos y la amarga experiencia de saber que no estamos preparados para acontecimientos de esta magnitud, donde la madre naturaleza se impone al hombre y a sus artificios.Los últimos días la gente se ha movilizado para ayudar a la reconstrucción de municipios, comunidades y la capital, por la urgencia de volver a la normalidad, recuperar sus viviendas, su trabajo, sus escuelas, su vida cotidiana. Con todo y eso perdemos de vista cosas de suma importancia como, el cuidado a la Tierra y de los recursos naturales; que hay del aire, del agua y la Tierra, al final de cuentas son los que nos mantienen con vida.Don Pablo vive en la montaña de Tenango del Valle. Frecuentemente cuando lo visitamos, él está ahí dialogando con la naturaleza, consciente de que ella está viva y le brinda sus riquezas, por ello mantiene un pacto de amor y comunidad con ella en cada época del año, recibe alimento, medicina y bien estar a través de sus plantas y fauna.Para llegar a las profundidades de la vida natural, Pablo sale de su casa con un bote para recolectar hongos, habas y otras plantas, su caminar por la tierra fértil parece declarar su mutua pertenencia.Se detiene y echa un vistazo hacia el pueblo. Observa el pintoresco “mercadito”, donde se pueden oler y saborear distintos tipos de pan artesanal, frutas, vegetales, semillas, barbacoa entre otros alimentos y productos de la región que mantienen el comercio en este municipio. También se detiene un momento en las paredes blancas de una construcción que parece deshabitada y ostenta un letrero borroso en el que apenas se puede leer “Delegación Municipal”.Ahora recorremos con Pablito unas reducidas escalinatas que nos llevan más arriba hacia la montaña donde la naturaleza comienza a exigir su espacio, manteniendo su presencia dentro de las viviendas, ocupando lugares dentro de ellas, en tinacos que ya no se usan, en jardines o en cualquier lugar, la “civilización” se va diluyendo.Llegamos a un mundo antiguo, Teotenango, una mística ciudad prehispánica, a Don Pablo le gusta recordar las historias que le contaban sus abuelos sobre los viejos habitantes de este “Valle Matlazinco”:Tenían los pies muy grandes por eso podían transportarse a distintas poblaciones en poco tiempo para llevar comida a los gobernantes, los relevos podían efectuarse en trayectorias de cientos de kilómetros, así le llegaba pescado fresco al rey azteca. A Don Pablo se le transfigura el rostro, alegre e infantil, cuando nos cuenta estas historias,simula los pasos de gigante rostro, se divierte al comparar el tamaño de ellos con el nuestro.Estamos llegando a la cima de la montaña, hemos dejado atrás la zona arqueológica, ahí inicia el violento encuentro entre hombre y naturaleza, como bienvenida un camino de florecillas blancas, el caminar y el viento crean una atmosfera de tranquilidad, más adelante los pastizales comienzan a superar la escala humana, don Pablo se encuentra sumergido entre plantas y construcciones arácnidas que tiene que desplazar con las manos, es un acto que le produce pena, más es necesario para poder abrir el paso. El camino es cada vez más interesante por la diversidad de sus plantas, las hay con flores rosas, violetas, anaranjadas, amarillas, los beneficios de estas plantas sirven para curar la gripe, para mejorar la circulación sanguínea, para prevenir la diabetes o dolores de cabeza, sus sabores pueden ser amargos, cítricos o dulces como el jaltomate que son unos frutos redonditos de color café.Pablito nos instruye de cómo debemos consumir estas plantas, desconocidas para nosotros-A estos les succionas el jugo y escupes las semillas en la Tierra para que vuelvan a crecer.Dice escupiendo las semillas como un acto de amor y cuidado a las especies vegetales.Don Pablo nos enseña que esto tiene que ver con el ciclo de la naturaleza, por que dice que se nos ha olvidado que debemos dejar un legado para las nuevas generaciones.La selección de hongos al recolectarse debe ser cuidadosa, para tomar sólo los comestibles, a mí me llamo la atención uno en particular, que tiene forma de cuernos de venado, de colores rosados a naranjas, ese tiene buen sabor.Nos ha alcanzado la tarde y tenemos hambre, Don Pablo corta unas masorcas para tostarlas en el fuego, acompañándolas de los hongos, no hay sabor que se le compare.Después de comer seguimos platicando nos siguió contando sus anécdotas, hasta que la naturaleza nos absorbió en una paz tan profunda que casi nos quedamos dormidos. Nos quitamos los zapatos y caminamos dando círculos sintiendo la humedad en nuestros pies desnudos, eso nos dijo Don Pablo es reconocer que somos parte de la naturaleza.Regresamos de nuestro paseo y el viejo seguía recolectando habas, masorcas y otras hierbas, se detuvo en una casa de adobes y puerta de madera y se despidió, nosotros regresamos a Toluca.